lunes, 10 de noviembre de 2014

Género

Aquí con mi Mocca Blanco y frente al Archivo de Indias me dispongo a debatir con vosotros.
Esta semana un chico de diecitantos me comentaba que la pareja de su amiga era muy afeminada y ella muy macho, así que, seguramente, sería una tapadera. Me sorprendió que un chico joven, afeminado, siempre rodeado de chicas y que sin gustos socialmente masculinos dijera algo tan... ¿homófobo? Intolerante. ¿Envidia quizás? 
¡Cuánta verdad encierra el refranero popular! Vemos la paja en el ojo ajeno, pero no la viga en el nuestro. 
No sé, igual era un grito de ayuda. No creo. 

Hablemos del género.

1º) ¿Nuestros genitales ya nos imponen un género? 
Creo que no, sólo determina que función realizas en la procreación. En contra de esta idea está el hecho de que muchos transexuales cambian su género físico para acompañarlo a su sentir (mientras sean felices, estén bien y a gusto con ellos mismos que hagan lo que quieran).

2º) ¿Debe la sociedad limitar nuestro género? 
No. Y poco a poco la sociedad está siendo tajante con esto. Sin saberlo yo misma he luchado contra ello: yo quería los juguetes de mi hermano, él los quería todos. Si bien desde pequeña cultivaron en mí el deseo de la maternidad y el cuidar a los demás (dos rasgos que arraigaron bien en mí y han florecido con creces) yo nunca quise aprender ni ser como las demás: no quería limpiar, coser, cocinar... mis muñecas luchaban entre ellas. Reconozco que cuando mi hermano nació todo se intensificó: ¿por qué yo tenía que aprender y él no? ¿por qué él podía verl el fútbol, interesarse por las cacerías y yo no? Porque yo quería y jugaba muy bien al fútbol, siempre con los chicos. ¿Veis? Con los chicos. Ellas preferían chismorrear y dejar que los mayores le tocaran el culo. Yo luchaba, era Chi-Chi (Goku), el Power Ranger rosa (no me dejaban ser el blanco)... Yo quería lo que me negaron por nacer con vulva (algo que yo no elegí). Si antes estaba en mí, después se convirtió en una lucha contra el machismo.

3º) ¿Y ahora qué?
He refinado mi estilo, pero sigo prefiriendo la ropa no femenina, el pelo corto, no maquillarme, no depilarme (salvo en verano por exigencias sociales). Me sigue gustando el fútbol, sigo odiando lo típico de mujer: coser, cocinar, limpiar, salir de compras... Me gusta estar tirada en el sofá y que me lo hagan todo. Pero me gusta ser mujer. Me gustan los hombres. 
¿Entonces?

Jamás olvidaré a aquella 'matona' de instituto que se paró en lo alto de la escalera a la hora de entrar y gritó: "¡Por fin te vistes como una chica! Empezaba a pensar que eras bollera." Hace 14 años eso hundía mucho, hacía mucho daño y me puse como loca a buscar pareja. Lo peor de hacerlo es que conseguí una (pero eso es otra historia). ¿Qué sabía ella de mí? Nada. Hasta mi padre dio gracias de que me gustara Nick Carter, también creía que lo era. Absurdo.

4º) Yo. ¿Cómo me siento?
Mi género es doble: mujer por mis genitales y varón por la sociedad. Así que soy una mujer masculina. Creí que me quedaría sola, pero no. Encontré a alguien como yo, o mejor, mi polo opuesto. Sale de compras, se arregla, cocina, odia el fútbol... Mi hombre perfecto. Alguien que sufrió y pasó por la mismo que yo.

5º) Conclusión.
Estaría bien dejarse de géneros, de ridiculizar por estereotipos, por sexismo. No creo en el género. Creo en las personas, en como se sienten. Rompamos barreras, estereotipos. Ninguna mujer debe ser fiel sumisa ni ningún hombre el poderoso dominante. Simplemente seamos. Existamos. Convivamos.

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