sábado, 23 de abril de 2011

¡Pobre de aquel!

Pobre de aquel que desprecia a su amada
por horas de soledad.
Pobre de aquel que desprecia el amor
por la oscuridad de la noche.
Pobre de aquel que desprecia el cariño
por el lúgubre silencio.
Pobre de aquel que vende su ánima
por ver, de su amada, las lágrimas.
Pobre de aquel que vende su alma
por treinta nuevas monedas de plata.
Pobre de aquel que vende sus besos
por el mejor postor del momento.
Pobre de mí, que soy la amada,
el amor, el cariño, el ánima.
Pobre de mi alma, tan perdida,
tan falta de besos y caricias.
Pobre alma tuya tan sola, tan vacía,
tan seca y como siempre, perdida.

¿Qué fue de nuestro amor?

Aquellos mensajes de amor
que una vez tus manos escribieron
y que mi corazón guardó
se perdieron con el tiempo,
con tus mentiras, con tus hechos.
Ese amor que te profeso
tú te encargas de enterrarlo
allí donde no hay recuerdos
y las batallas que a mis espaldas llevo
no son más que vanas sombras,
fantasmas de un pasado muy cercano
que regresan para agitar mi ánimo.
¡Qué tristeza, qué negrura!
Pronto mi sangre tornará su color,
pronto teñiré de luto el corazón,
pronto nuestro amor emprenderá el vuelo,
pronto será cenizas mi cuerpo.

¿Se nos acabó el amor?

Maldito viento que robas
las palabras que una vez
dos enamorados recitaron
al rozarse piel con piel.
Maldito tiempo perdido
que con un mal amor gasté,
con un alma hecha pedazos
que con cariño y esmero pegué.
Pobra alma la mía
que se ahoga en sus lágrimas,
porque aquel amor huyó...
pero por qué le creíste, ingenua,
si ya sabes que vuestro amor
se tejió con sus crueles mentiras
y aún así, te quedaste, luchaste
y cuando la mentira tornó realidad,
aún cuando su mente te atacó
y su brazo te agredió,
te quedaste, pudiste huir y te quedaste.
Pobre alma la mía,
que mendigas por unas horas
que a base de luchar te ganaste.
¡Ay! Pobres naranjos que lloran
el amargo néctar de tu desengaño:
el banco está de nuevo vacío,
quizás para otros enamorados
que verán como el viento les roba
esas palabras de amor que se escapan
de esos labios, que se creen, enamorados
y que tras unos años reclamarán al tiempo
lo que un día, el uno al otro se juraron.