domingo, 3 de mayo de 2015

Los colores de la primavera

Está siendo una primavera extraña, quizás porque no puedo disfrutar de ella como he venido haciendo hasta ahora. No me importa que sea fría o calurosa, que llueva o granice, porque su belleza para mí no reside ni en el tiempo ni en el cielo sino en tu recuerdo; pero tampoco entiendo porque este año tu recuerdo está más vivo que nunca.
Cuando atravieso en coche por los campos verdes, amarillos y rojos; intento recordar la tonadilla que me cantabas cuando era niña y me perdía entre tantos colores. La tonadilla está perdida en el tiempo, por suerte la letra permanecerá para siempre y así, cada primavera, con los primeros destellos rojos, busco entre mis libros esa letra en la que me deleito recitando para mí:
Novia del campo amapola,
que estás abierta en el trigo;
amapola, amapolita, 
¿te quieres casar conmigo?
Nunca te dije que sí. No podía. No entendía. Sólo recuerdo el amarillo, tener la cabeza levantada y ver tu rostro (un rostro cada año más difuso) acercándose a mí con una amapola. ¡Con qué ilusión la cogía entre mis manos y la acercaba a mis labios! Recuerdo correr por aquel lugar mientras tú me seguías con paso lento y acompasado, apoyado en tu muleta.
Cada lunes llevaba esa amapola a clase, ¡bendita inocencia! ¿Cómo iba a saber que nada más cortarla moría? ¿Cómo iba a saber que así, sin más, iba a ser nuestra relación? Hermosa, fuerte, frágil y efímera.
Y así, sin más, llegó mi sexta primavera. Sin tu rostro, sin tu canción, sin tus amapolas. Sin ti, pero con tu recuerdo.
Está siendo una primavera extraña. No puedo pasear, no puedo detenerme a acunar entre mis manos cada amapola, besar cada uno de sus pétalos como quien besa tus recuerdos. Este año no puedo, no tengo tiempo, pero siempre me quedará...

Novia del campo, amapola
que estás abierta en el trigo;
amapolita, amapola
¿te quieres casar conmigo?
Te daré toda mi alma,
tendrás agua y tendrás pan.
Te daré toda mi alma,
toda mi alma de galán.
Tendrás una casa pobre,
yo te querré como un niño,
tendrás una casa pobre
llena de sol y cariño.
Yo te labraré tu campo,
tú irás por agua a la fuente,
yo te regaré tu campo
con el sudor de mi frente.
Amapola del camino,
roja como un corazón,
yo te haré cantar, y al son 
de la rueda del molino.
Yo te haré cantar, y al son
de la rueda dolorida,
te abriré mi corazón,
amapola de mi vida.
Novia del campo, amapola,
que estás abierta en el trigo;
amapolita, amapola,
¿te quieres casar conmigo?
J. R. Jiménez

jueves, 26 de marzo de 2015

Familias

La semana pasada y las dos próximas están convirtiendo mi vida en un cúmulo de momentos y experiencias inolvidables. Vamos en orden.
El pasado día del padre fue mi aniversario de pareja. Lo pasamos alejados del mundanal ruido, paseando entre naturaleza salvaje, real, sintiéndome dentro del beatus ille horaciano y pensando... ¡qué gran mentira! Vivir del campo no es tan fácil ni tan bonito. Sin embargo, pasear entre árboles, con el arrollo de fondo y el aroma de las flores nacientes es precioso.


 Dichoso aquél que lejos de los negocios, 
como la antigua raza de los hombres,
dedica su tiempo a trabajar los campos paternos con los bueyes,
libre de toda deuda,
y no se despierta como los soldados con el toque de diana amenazador,
ni tiene miedo a los ataques del mar,
que evita el foro y los soberbios palacios
de los ciudadanos poderosos. 




Reflexioné, también, sobre lo poco o nada que se nos enseña de cultura natural, es decir, aquella que versa sobre la naturaleza. Aunque me resulta precioso y divertido ver el rostro de mi pareja mientras me enseña o, porque no decirlo, se ríe con mi ignorancia. Para él soy una niña pequeña a la que debe enseñar, la mujer con la que quiere compartir sus recuerdos y todo aquello que le hacía feliz de niño y que le sigue haciendo feliz ahora. ¿Por qué no complacerle? Al fin y al cabo, aprender es siempre algo maravilloso.

Las próximas semanas, bueno, primero: llega Semana Santa; segundo: me marcho del país (por muy poco tiempo).
El Viernes Santo siempre ha sido para mí un momento especial, un momento familiar. Sé que todas las familias se reúnen por Navidad, pero mi familia (paterna) se reúne ese día. Aunque cada vez somos menos, el recuerdo pervive y eso es importante.
Sobre mi marcha, bueno... es sólo un pequeño viaje para ver a la niña de mis ojos, aunque ya planeo otro para ver a mi niño.
Porque, a fin de cuentas, se trata de la familia. De celebrar el día que elegiste a la persona con la que quieres formar una nueva; de recordar a la de antes; de visitar a la que siempre estará y que nunca cambiarás y escribir este post un día en el que ella forma parte de la de antes, de la de siempre y aunque no esté presente hoy, seguirá formando parte de la nueva.



PD. No puedo terminar esto sin darle a mi querida Esther A. P. R. el crédito por su fotografía. Gracias, espero que no dejes un hobby tan bonito y que se te da tan bien.

viernes, 6 de marzo de 2015

Mujer y moda

No hago más que leer artículos sobre 'moda': teñirse las axilas, depilarse todo el vello púbico, dejarse un hueco entre el bikini y el cuerpo o entre los muslos...
La primera me la han vendido como un movimiento feminista, sin contar las peluquerías y marcas de tintes que se han lucrado.
La segunda resulta que viene de un estudio, costeado por una marca depilatoria (a la que no quiero dar publicidad), hecha a hombres sobre el vello púbico femenino, por lo que las mujeres no han opinado.
Las dos últimas, bueno, niñas-jóvenes-mujeres que al mirarse al espejo se ven gordas pesen lo que pesen y sin pensar en su salud.
No sé cual de estas modas me gusta menos o me da más rabia. Yo quisiera comprender a esas mujeres que se dejan llevar por ellas, quisiera dejarme llevar y no ser el bicho raro que he sido siempre. Sin embargo, quiero saber por qué tengo que seguir una moda que puede ser nociva, machista y consumista por el mero hecho de estar a la última (que nunca se está a la última si no a la penúltima) y dejar de ser la que no entiende de moda.
Soy de estilo cómodo, de no pararme mucho a pensar y de no preocuparme por mi aspecto a no ser que se me exija socialmente como en una entrevista de trabajo (reíros un rato con esto) o algún evento social, pero aún así no abandono mi estilo. Siempre lo he dicho: ojalá algún día sea lo suficientemente valiente como para despojarme de toda carga social y poder ser YO.
Reconozco que yo también sucumbí a la moda de la delgadez, si bien no dejé de comer, mi entorno me ayudó de manera que llegué a pesar 45k y, por supuesto, no estaba sana. Hoy hecho la vista atrás y me pregunto cómo podía verme gorda en aquella época si no tenía más de donde perder. Después pasé al extremo opuesto, caí en las garras de la compulsión y el estrés, vi en la comida una amiga. Dejé atrás los 45k para pesar más de 70k y, de nuevo, no estaba sana. Me hundí.
Mi vida era un caos hasta que llegué a un punto de inflexión, admito que el yoga me ayudó mucho en esta etapa tan oscura y decidí pensar en mí, en quererme y para ello, siguiendo los principios del yoga, tenía que perdonarme y aceptarme. Así que entre el yoga, el ejercicio (me enamoré el senderismo y el running) y mi lucha contra mis demonios conseguí lo que soy ahora. No sólo he bajado peso (60k), estoy sana, me acepto, me río de las tallas, sé lo que me gusta, lo que me sienta bien y lo que quiero. Con todo, aún trabajo mi autoestima, como todo el mundo tengo mis momentos de debilidad y debo seguir aprendido a sobrellevarlos sin tanto drama como antes.
Lo que intento transmitir es simple, aunque creo que se me ha ido de las manos: QUIÉRETE.

Mujer: sé valiente, sé fuerte, perdónate, acéptate. Haz lo que deseas, lo que es bueno para ti no lo que una sociedad machista, anoréxica y consumista te exija. Sé tú misma. Sé feliz.

Y si vamos a seguir modas, yo seguiré la de Rubens que me parece un poco más realista...

martes, 13 de enero de 2015

De rebajas y simulacros

Supongo que tras terminar estas fiestas todos habéis visto esas imágenes en cadena sobre que ya ha terminado "el simulacro de amor". Yo me pregunto ¿por qué?
Si lo pensamos fríamente, es cierto, es un simulacro. De repente todos somos cariñosos, nos acordamos de la familia, de los amigos a los que hace mucho que no vemos o con los que ni hablamos, aparecen los remordimientos y decidimos dejar de ser como somos ¿o no?
Para algunos (como es mi caso) es la época ideal pasar ser nosotros mismos sin que nos tilden de inmaduros o infantiles. Me gusta la Navidad, el amor que se respira, la inocencia, los niños, la magia. La verdad es que me da igual que sea una fiesta más pagana que religiosa (soy de clásicas, es fantástico seguir celebrando las Saturnales de un modo u otro), que no sea más que un periodo de consumismo exacerbado, quiero decir, no me importa el pretexto si no la finalidad: a todos nos viene bien ser amables, cariñosos, solidarios o buenos aunque sea una vez al año (que no hace daño).
Entiendo incluso a aquellos que sólo recuerdan a los que ya no están y aunque ellos no me entiendan, yo sigo amando la Navidad. Yo, que perdí a un familiar el día antes de Nochebuena o que sé que ese día es el cumpleaños de mi abuelo. Yo también he perdido, pero creo que la mejor forma de honrarlos es: recordarlos todos y cada uno de los días de mi vida y celebrando cada fiesta con el mismo amor, cariño y pasión que ellos me enseñaron.
Llegados a este punto recuerdo un villancico que cantaba con mi abuela:

-Madre en la puerta hay un niño
más hermoso que un sol bello,
parece que tenga frío
porque viene medio en cueros.
-Pues dile que entre, se calentará,
porque en esta tierra ya no hay caridad.
Entró el Niño y se sentó,
hizo que se calentara,
le pregunta la patrona
de qué tierra y de qué patria.
-Mi Padre es del cielo
mi madre también,
Yo bajé a la tierra para padecer.
-Hazle la cama a este Niño,
en la alcoba y con primor.
-No me lo haga usted señora
pues mi cama es un rincón.
Mi cama es el suelo desde que nací
y hasta que me muera ha de ser así.

Adoro este villancico porque para mí resume no sólo la Navidad sino también un lema de vida: la caridad, la familia, la humildad y el sacrificio, es decir, el amor.
Pero sí, la Navidad es una fiesta pagana, consumista, que nos obliga a ser solidarios y buenos, que nos hace recordar a los que ya no están. Pero es muy triste que en cuanto llega el día 7 de Enero cambiamos un espíritu de amor por uno rebajado.