martes, 14 de febrero de 2012

Y llorar

Y llorar porque sé que puedes marcharte y no volver.
Y llorar porque sé que es lo mejor para ti.
Y llorar porque te amo y me amas.
Y llorar porque es mi único desahogo.
Y llorar... porque te añoro.

SOÑABA... (XXX)

Ella soñaba… desde el fondo de su cama, desde el hastío del día, soñaba… Y al soñar, sus ojos se cerraban y sus manos recordaban, entre sus dedos se hilaban la historia de un anhelo…
Una pequeña habitación. Una cama bajo la ventana. Un hombre alto y apuesto, ojos verdes, labios carnosos y frente a él… ella. Sentada en la cama, no llevaba nada más que su piel. Las manos atadas a la espalda y en sus ojos una negra venda de seda. Sólo conseguía oír la respiración de aquel hombre, sus sigilosos movimientos acercándose a ella. Pronto sintió como acariciaba su piel con la yema de sus dedos, con delicadeza, sin prisas. Ella dejó el miedo atrás por el deseo.
Le cogió la barbilla, obligándola a mirarle a la cara sin poder ver sus ojos. De pie ante ella y con una mano en su barbilla, utilizó la otra para desabrochar su cinturón y sacar de entre sus ropas el manjar que pronto introduciría entre sus labios. La mano que tenía en su barbilla se deslizó hasta sus labios e introdujo en su boca sus dedos, preludio de sus deseos.
Ella soñaba y acariciaba el contorno de su cuerpo, su piel pensando en él.
Abrió sus piernas y no pudo contener más su deseo. La respiración de ambos se sincronizaba, se agitaba con fuerza. Él tenía que poseerla. Ella deseaba ser poseída…
Sonó el timbre y dejó atrás su sueño. Se levantó desde el fondo de la cama, se colocó su batín corto de seda y abrió la puerta. Él respiraba agitado, tenía que poseerla y ella… soñaba…