lunes, 23 de febrero de 2009

Conquistar el pasado...

Querido Amor:

Te escribo desde el silencio de la noche y bajo el quebranto de las estrellas para reprocharte mi pérdida.
Cuando te presentaste a mí no me hablaste del dolor, del llanto… de la agonía. Me embriagaste con tus palabras, con tu fragancia a mar… ¡Pero qué necia fui! Ya entonces las caracolas se ahogaban en la orilla ante tal traición.
Pero no lo vi, no lo vi…
Ante mí se alzaba un cielo rosáceo por quien las olas luchaban para llegar a tocar. La luz de Helios caía tenue sobre tus cabellos, realzando tus ojos, perdiéndose en tu cuerpo…
¡Y me confíe! ¡Necia! Tendí mi mano hacia ti, sólo intentaba acariciar tus rizos, la rosa de tus labios por la que mis dedos perdían su templanza…
Quisiera culpar a Eros por tanta devoción, pero tengo la certeza de que no se encontraba allí, de que ningún dios propició tal encuentro y, sin embargo, sucedió. Te encontré… Y aquel invernal jardín de espinos floreció en rosas y lirios, las amapolas guiaban mi camino y el canto de filomena era mi compaña.
No caminabas conmigo, pero estabas a mi lado, siempre a mi lado.
Pero poco a poco comenzaste a quedarte atrás, a caminar más despacio. Las flores comenzaron a marchitarse, Helios se tornaba plata y filomena se oscureció… era su graznar mi compañía.
Me sentía cual Orfeo en su heroicidad. Tan cerca de tener a su amada, tan cerca estuvo, tanto la ansiaba que tan siquiera Amor o la voz de su música le dio paz para no mirar.
Me convencí de no volver la vista atrás, de no esperar, de continuar por miedo a que te desvanecieras cual Eurídice y sin embargo… te perdí.
Cuando la ansiedad me devoraba, cuando mi alma más te necesitaba, cuando más se oscureció nuestro camino, cuando mi voz se desgarraba en el silencio de la noche, cuando ya no pude continuar… volví.
Me volví y no estabas. Quise deshacer mi camino, pero se alzaron negros muros ante mí. No pude saltarlos, no pude rodearlos, escalarlos… me vi obligada a proseguir sin ti.
Nunca supe en qué punto del camino te quedaste, en qué punto del camino me cegué, te olvidé, te perdí…
Hoy día sigo mi camino, mi oscuridad… pero cuando más débil estoy, cuando ya no puedo continuar, cuando tu recuerdo quema mi memoria… deshago mi camino para volver a ti. Llego hasta los altos muros de piedras, altos muros infranqueables, e intento asediarlos, conquistarlos, volver a ti…
Pero qué necia…
Nunca podré conquistar mi pasado.

Adiós Amor.

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